Estados
Unidos o China, ¿cuál será la superpotencia del siglo XXI?
No es la primera vez que se anuncia el inevitable fin de
la hegemonía estadounidense.
EE.UU. sigue siendo la primera economía del mundo, pero
China ha acortado las distancias con su impresionante crecimiento. En medio de
la crisis global, ¿cuál de los dos países logrará quedarse con el primer
puesto?
La crisis económica no solo ha puesto el presente en
duda: el futuro mismo parece más borroso.
Con el estallido financiero de 2008, se formó un
creciente consenso de que China se convertiría en la potencia dominante del
siglo XXI.
El debate se centraba más en cuándo superaría a Estados
Unidos: 2015, 2030 o a mediados de siglo. En todo caso, el declive
estadounidense era tan inevitable como el del anterior imperio, el británico,
que a fines del XIX empezó a mostrar signos de debilidad que se volvieron
irreversibles en las primeras décadas del XX.
Hoy la polémica se ha reabierto. El coautor de "The
American Phoenix" ("El Fénix americano"), Charles Dumas, cree
que China es un insostenible castillo de naipes mientras que Estados Unidos
está mostrando señales de recuperación.
"China ha crecido de la mano de una inversión
absolutamente insostenible y de un modelo exportador que se ha agotado porque
Estados Unidos ya no está en condiciones de absorber sus productos. Mientras
que Estados Unidos está mostrando nuevamente su capacidad histórica para reinventarse",
le comenta Dumas a la BBC.
En el rincón opuesto se encuentra Arvind Subraminian, del
Peterson Institute de Washington, autor de "Eclipse: living in the shadow
of Chinese economic dominance" ("Eclipse: viviendo en la sombra del
dominio económico chino").
"Por el poder poblacional, por su dinamismo interno
y por su extraordinaria capacidad financiera, China va a desplazar a Estados
Unidos", dice Subraminian.
Cosas
chinas
Curiosamente la posición oficial china coincide más con
el escéptico Dumas que con el optimista Subraminian.
La dirigencia comunista no se cansa de subrayar que China
es un país en desarrollo con urgentes problemas económicos y sociales.
Un par de datos abonan esta tesis. Estados Unidos tiene
un ingreso per capita seis veces mayor. En el índice de Desarrollo Humano de la
ONU, China se encuentra en el lugar 101, por debajo de la mayoría de los países
latinoamericanos (solo supera a El Salvador, Paraguay, Bolivia, Honduras y
Nicaragua).
Y, sin embargo, el año pasado, cuando la eurozona pareció
a punto de la desintegración, sus dirigentes no buscaron una solución en
Estados Unidos (como con el Plan Marshall después de la segunda guerra
mundial): miraron a China.
En sus tres décadas de crecimiento promedio de 10% anual,
China se ha convertido en la reserva financiera más grande del mundo: unos tres
millones de millones de dólares (30% de las reservas globales)
Como otras naciones asiáticas (Japón y Corea del Sur),
China creció a pasos gigantescos de la mano de un modelo exportador con mano de
obra barata y una coyuntura internacional favorable.
Este modelo está agotado hoy por el desequilibrio que
produjo con Estados Unidos y otras economías. La inversión estatal masiva de
2008-2009 no puede sustituirlo y corre el peligro de generar burbujas
insostenibles.
"China ha crecido con una inversión de casi la mitad
del Producto Interno Bruto (PIB). Mientras tanto, el consumo interno solo
constituye un 34%. Este modelo constituye una distorsión insostenible",
opina Charles Dumas.
Entre 2009 y 2010, los bancos chinos prestaron cerca de
tres millones de millones de dólares. Los pesimistas que vaticinan un
aterrizaje forzoso de la economía china estiman que un 30 por ciento de estos
préstamos podrían quedar impagos.
En los 80 Japón era la sombra que amenazaba el poder
estadounidense: un estallido bancario-inmobiliario a fines de la década llevó a
un estancamiento de casi dos décadas. ¿Es este el espejo real chino?
¿Quién
no tiene pies de barro?
Si no todas son luces en el caso chino, en el
estadounidense, los desequilibrios y señales de decadencias son evidentes desde
hace tiempo.
El gigantesco doble déficit fiscal y comercial
estadounidense se ha basado en un modelo que, según sus críticos, es también
insostenible. El salario real promedio es el mismo que en la década de los 70.
La deuda pública-privada es tres veces el PIB nacional.
"Estados Unidos es como un edificio que fue un
orgullo hace mucho tiempo. Hoy los pisos de arriba, los más ricos, se siguen
expandiendo, los del medio están achicándose, los de abajo están inundados y el
ascensor no funciona", dice Subraminian.
A pesar de este dislocado panorama social, Estados Unidos
sigue dominando un sector clave de la economía moderna: la innovación
tecnológica.
Los grandes inventos de la última década –desde Windows
hasta Facebook– han venido de Estados Unidos.
Con el estallido financiero de 2008, se puso en marcha un
cambio de modelo.
Si entre 1982 y 2007 el crecimiento se basó en el consumo
financiado con el crédito fácil en detrimento de la industria, hoy Estados
Unidos ha vuelto a exportar: sus ventas al exterior fueron casi la mitad de su
crecimiento económico el año pasado.
Además, no es la primera vez que se anuncia el inevitable
fin de la hegemonía estadounidense.
El Japón de los 80 es el caso que más se asemeja a China,
pero en los 50 y 60 el pronóstico de moda era que la hoy difunta Unión
Soviética dejaría atrás a Estados Unidos.
¿Y
entonces?
La realidad es que el futuro es un territorio que, por
definición, nadie jamás ha pisado: nuestras predicciones son una mezcla de
datos presentes y pasados teñidos por nuestros deseos o temores.
El peso poblacional chino es una realidad innegable. Con
cuatro veces la población de Estados Unidos, China solo necesita avanzar un
poco en su productividad por habitante para alcanzar al PIB estadounidense.
Pero sus debilidades están también a la vista. El déficit
institucional, la necesidad de un reequilibrio entre su crecimiento y el nivel
de vida, la misma dimensión del país son gigantescos desafíos.
Estados Unidos también los tiene. Ningún imperio es
eterno: Estados Unidos no será una excepción.
Según señaló a BBC Mundo Shaun Breslin, autor de
"China and the global political economy" ("China y la política
económica global"), el resultado será más matizado que una mera victoria o
derrota.
"A nivel militar China no va a alcanzar a Estados
Unidos. Pero por su mera gravitación poblacional China no será como el Japón de
los 80. Su importancia a nivel mundial es muy clara como se ve por el impacto
que tiene en América Latina y los países en desarrollo", afirma Breslin.
En gran medida, la clave estará en cómo salga cada uno
parado de la incierta crisis economía financiera que estalló en 2007-2008 y que
todavía ensombrece el panorama global.
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