domingo, 19 de mayo de 2013

Pero que es realmente una burbuja?


Bernanke, ¿soplador de burbujas?

Las burbujas pueden ser malas para su salud financiera. Y también para la salud de la economía. La burbuja .com de finales de los 90 dejó tras de sí muchos edificios vacíos y muchos más sueños fallidos.
Cuando estalló la burbuja de la vivienda de la siguiente década, el resultado fue la mayor crisis económica desde los 30 del siglo pasado; una crisis de la cual aún tenemos que salir.
Así que cuando la gente habla sobre burbujas, usted debería escuchar atentamente y evaluar sus razones; no descartarlos despreciativamente, manera en la cual reaccionaron a las advertencias sobre la vivienda muchos autoproclamados expertos.
Y justo ahora se habla mucho sobre una burbuja. Buena parte de lo que se dice gira en torno a una presunta burbuja de bonos que supuestamente está manteniendo los precios irrealmente altos y las tasas de interés —que se mueven en la dirección contraria a los precios de bonos— irrealmente bajas. Sin embargo, el ascenso del Dow también ha generado más temores de una burbuja de las acciones.
¿Entonces, tenemos una importante burbuja de bonos y/o acciones? Con respecto a los bonos, yo diría que definitivamente no. En cuanto a las acciones, probablemente no, aunque no estoy tan seguro.
De todos modos, ¿qué es una burbuja? Sorprendentemente, no existe una definición estándar. Sin embargo, yo lo definiría como una situación en la que los precios de activos al parecer se fundamentan en perspectivas implausibles o inconsistentes sobre el futuro. Los precios .com en 1999 tenían sentido sólo si creías que tantas empresas terminarían convertidas en un Microsoft; los precios de la viviendas en 2006 sólo tenían sentido si creías que los precios de los hogares podían seguir subiendo mucho más rápidamente que los ingresos de compradores a lo largo de los próximos años.
¿Existe algo comparable en marcha en el mercado actual de bonos? Bien, la tasa de interés sobre bonos a largo plazo depende principalmente del camino previsto de tasas de interés a corto plazo, que son controladas por la Reserva Federal. A usted no le conviene comprar un bono a 10 años a menos de dos por ciento, la presente tasa, si cree que la Fed estará aumentando las tasas a corto plazo hasta cuatro o cinco por ciento en el futuro no tan distante.
¿Pero por qué, exactamente, debería usted creer algo así? La Fed normalmente reduce tasas cuando el desempleo es alto y la inflación es baja, que es la situación actual. Cierto, no puede reducir más las tasas porque ya están cerca de cero y no pueden bajar más. (De lo contrario, los inversionistas simplemente se sentarían sobre el dinero). Sin embargo, es difícil ver por qué la Fed debería elevar las tasas antes de que el desempleo baje considerablemente y/o la inflación suba, y no hay indicación alguna en los datos de que algo similar vaya a ocurrir en los próximos años.
Entonces, ¿por qué todas esas palabras sobre una burbuja de bonos? En parte, eso refleja la observación correcta en el sentido de que las tasas de interés están muy bajas en términos históricos. Sin embargo, lo que usted necesita tener en mente es que la economía también está en terrible forma, en particular bajo estándares históricos; terrible, como algo que ocurre una vez cada tres generaciones. No aplican las reglas usuales sobre lo que constituye un nivel razonable de tasas de interés.
Existe también aquí, hay que decirlo, un elemento de buenas intenciones. Por cualquier razón, mucha gente en la industria financiera ha desarrollado un profundo odio hacia Ben Bernanke, el presidente de la Fed, y todo lo que él hace; ellos quieren que se acaben sus políticas de dinero fácil y también quieren ver que esas estrategias fracasen de manera espectacular. Sin embargo, resulta que el desagrado hacia profesores barbados de Princeton no es una buena base para una estrategia de inversión.
Además, nunca se debería olvidar el ejemplo de Japón, donde las apuestas en contra de los bonos gubernamentales —justificadas por más o menos los mismos argumentos expuestos actualmente para justificar alegatos de una burbuja de bonos estadounidenses— terminaron en pena con tanta frecuencia que todo el comercio llegó a conocerse como el “haceviudas”. En este punto, la deuda de Japón está muy por arriba del doble de su PIB, su déficit presupuestario sigue siendo grande y la tasa de interés sobre bonos a 10 años es 0,6 por ciento. Y no, no es un error tipográfico.
De acuerdo, ¿qué tal las acciones? Importantes índices accionarios actualmente están en niveles más altos que en los de finales de los 90, lo cual puede sonar ominoso. Suena mucho menos ominoso, sin embargo, cuando uno se entera de que los ingresos corporativos —que son, después de todo, lo que son las acciones— son más de dos y media veces mayores a su nivel en los 90, cuando la burbuja estalló. Además, con los rendimientos de bonos tan bajos, se esperaría que los inversionistas se movieran hacia las acciones, impulsando aumentos de sus precios.
Considerando todo, el argumento para burbujas considerables en acciones o, particularmente, en bonos, es débil. Y esa conclusión tiene importancia tanto para la política como para la inversión.
Esto porque un importante subtexto de toda la reciente retórica de la burbuja es la exigencia de que Bernanke y sus colegas dejen de tratar de combatir el desempleo masivo: que deben detenerse y desistir de sus esfuerzos por impulsar a la economía o seguirán funestas consecuencias. Pero, de hecho, no hay argumento alguno para creer que estamos ante un problema de una gran burbuja, ya no digamos preocuparse de que burbujas hipotéticas deberían tener precedencia sobre la tarea de hacer que los estadounidenses vuelvan al trabajo. Bernanke no debería hacerles caso a los balbuceantes barones del burbujismo, y debería ponerse a hacer su trabajo.

*Paul Krugman / Premio Nobel de Economía 2008

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